'Es estudiante de Comunicación y Periodismo en la UNAM.
Cuenta con facilidad para la locución, maneja una buena ortografía, es hábil con las redes sociales (especialmente Instagram y Tiktok) y tiene gusto por la fotografía artística y documental.
Guionista, productora,
voz administradora web de Radiograma.
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CIMARRÓN 000
Silvestre como siempre


MARIACHI DE MEDIO DÍA VOL. 2

Por Noah Perkins
15/04/2021
Aquella noche fue de sus mejores noches. El mariachi Estrella de la Mañana se lució como nunca, incluso se le acercaron a Fermín mujeres ebrias que al calor de las copas le pedían su número telefónico. Él les daba uno falso, pues siempre recordaba a Fernanda su gran cariño. No sabía muchas cosas, pero sí sabía que pactar una cita con una mujer extraña le traería problemas y su corazón estaba con Fernanda.
Salieron a las cuatro de la mañana, la noche y clientes habían agotado a todo el equipo. Un equipo formado por mariachis de hueso colorado, menos Fermín, que su sueño era tocar de solista en eventos de Jazz, su género favorito. El mariachi era para sostener las cuentas.
Ya cansados todos decidieron ir a una casa de uno del team. Acudieron a la colonia Roma en dónde el chico tenía un departamento y tenía la oportunidad de albergar a los 13 integrantes.
Las cervezas chocaron, la plática fluyó como hilo de media. Entre risas y anécdotas trascurrió la madrugada.
El vocalista, llamado Alfonso era un tipo extraño, ya ebrio no paraba de mirar a Fermín que ya estaba cansado y borracho. Alguno del mariachi sacó una bolsa con mariguana y comenzó a forjar un churro enorme. Lo encendió y una luciérnaga con olor a mostaza comenzó a rondar entre todos los labios de los integrantes.
Sonaba canciones de música popular. Juan Gabriel, Javier Solís, Lucha Villa, Pedro Infante, Ana Gabriel. Fermín se comenzaba a sentir incómodo entre la monotonía de la música. Él quería escuchar algo de Jazz, rock, rap, incluso reggaetón. Pero sus camaradas, ya mayores, no se lo permitían.
Alfonso, ya elevado por la mariguana, se acercó a Fermín y le dijo al oído –Me gustas mucho. Lo intentó besar. Fermín se sintió desconcertado por lo que acababa de escuchar. Tenía cinco años de conocerse y jamás pensó una declaración de ese tipo. Se separó de él, salió y fue al baño. Fumó y comenzó a pensar. No tenía problema con las preferencias sexuales de nadie, pero que su amigo le hubiera declarado tal situación al calor de las copas lo desconcertó.
Eran las seis de la mañana cuando llegaron prostitutas traídas por uno de los integrantes que conocía a tres chicas de la vida nocturna. Todos animados se alegraron entre bachas y tragos. Los juegos comenzaron y entre vaciar chorros de tequila en las bocas de los participantes de la fiesta el caos comenzó a llegar.
Una botella voló por los aires cuando dos integrantes comenzaron a discutir por quien era mejor. Todos los trataron de separar y así empezó una batalla entre todos.
Un puño aterrizó en la mejilla de Fermín y la sangre fluyó por la nariz. Él no lo vino venir, pues no quería pelear, pero la situación lo ameritaba. Con un gancho al hígado se defendió, sin entender lo que estaba pasando precisamente. Alfonso, ya pasado de copas, se le acercó y lo defendió. Fermín agradeció el gesto mientras sonaba Desvelado de Bobby Pulido.
La pelea paró ya exhaustos unos, y otros más sangrando y desaliñados.
Fermín decidió salir de la casa. El cielo se preparaba para la llegada del sol. El horizonte tenía el crepúsculo entre sus manos. Caminó sobre la calle Jalapa, pasando frente a la escuela Benito Juárez. Pidió un taxi. En camino a su casa le dijo al chofer que lo llevara al Cíngaro. Allí era punto de reunión de todos aquellos seres pertenecientes a la noche. Prostitutas, meseros, trovadores, todo aquel que se jactara de enfiestar en CDMX conocía aquel bar. Nunca cerraba. Allí pidió un whiskey con agua y comenzó a ver aquel espectáculo de locura desenfreno. Otra vez la música lo incomodaba. Recibió un mensaje de Fer en su teléfono que decía –Te veo por la mañana, llego a tu casa a las nueve de la mañana para desayunar juntos. Te amo.- Él sonrió y bebió el trago de un sorbo. Traía el traje típico de mariachi, pues no llevó ropa para cambiarse. Las mujeres lo miraban. Él se hacia el desentendido. –Hola guapo, una mujer con un vestido pegado negro lo abordó. Jamás te había visto por aquí, me llamo Julia. –Hola Julia, soy Fermín. No frecuento este sitio mucho. Pero aquí estoy ebrio y con una hinchazón en la mejilla. –Lo puedo notar, ¿con quién peleaste? –Con un imbécil, no le tomes importancia. – Cerca de aquí está mi departamento, le dijo la mujer, vamos para que te ponga hielo y tengo una pinta de vodka.
Fermín lo pensó seriamente, la chica era muy atractiva. Pero desistió con un rotundo no. –Lo que pasa que vengo de una serenata y estoy muy cansado. Pero te doy mi número. Le proporcionó uno falso. –Estamos en contacto, te mandaré mensaje para salir algún día. –Por supuesto, mencionó Fermín. En realidad, nunca la volvería a mirar. No le faltaba valor, incluso le sobraba. Rechazar a semejante monumento de mujer tiene un peso.
Pidió un trago más y lo bebió rápido. Fue al baño, y compró unos chicles. Pagó la cuenta y se marchó.
Saliendo pidió un taxi y pensaba en Fernanda, la música y llegar a casa. Quería un buen baño, una cerveza, una gallo, y en su pareja.
Llegando a su hogar miró que el sol ya estaba en su ventana y los ojos le ardían. Entró a ducharse, se puso algo cómodo y preparó el desayuno para dos. Encendió un toque de mariguana y reprodujo Ready For You de Sho’ Nuff. Miró a su alrededor y sonrió. Todo era perfecto. Quizá no tuviera la casa ideal, quizá no tuviera el trabajo soñado, quizá la cerveza no estuviera lo suficientemente fría, pero estaba ahí, vivo y desayunaría con la mujer de su vida y harían el amor. O tal vez únicamente dormirían un poco. LO que fuera, pero con ella. Tomó su trompeta y comenzó a tocar Almost blue de Chet Baker. El sonido envolvió toda la habitación mientras esperaba, mientras el tiempo se desmoronaba entre la melodía. El medio día llegaría y él estaría listo para recibirlo.
