top of page

¿Y si mejor cortamos ambas extremidades?

cuatro.jpg

APUNTES DE UN RENCOROSO

POR: Anastasio Petronilo

La motivación del siguiente texto no es otra más que la de llegar a un punto posible de reflexión.

Pese a que existen variedad de ideologías y/o formas de pensamiento, dentro de estas vertientes discursivas pareciera existen apenas dos maneras de circular; la conducción lineal e inflexible bajo un concepto binario, bidireccional. O se está a favor o en contra, no hay medias tintas ni espacios para la concesión de premisas previamente trazadas, listas para el fragor de la batalla . En el mejor de los casos existe una contienda argumentada planeada y planteada ya previamente planchada.

Hace unos días dentro del marco de la semana de la comunicación, un profesor de la carrera de comunicación de x universidad, en su discurso sobre la “prensa, AMLO y elecciones intermedias” mencionó la siguiente frase: " O se está a favor o en contra de la transformación". Para la actual administración esa es la lógica que rige gran parte de su diatriba constante y sonante.

La “superioridad moral” (de la cual hasta del papa la dudaría) del presidente Andrés Manuel le da una especie de margen de maniobra en la que no hay malas intenciones y las formas o los 'comos' están supeditados al bien común: la izquierda (¿Izquierda Morena?) No importándole caer en errores de tiempos criticados. Reaccionarios -o falsos revolucionarios- que no permiten ni permitirán a toda costa destruir un emporio labrado, normado y estructurado (¿patriarcado?) decenas de años atrás incluso siglos. Mismo que sigue siendo injusto y bajo la promesa consabida y manoseada del anhelo primermundista. Promesas en estado de latencia interminable, pensamientos bien intencionados y bajo el rigor de otras normas contrapuestas, la superioridad intelectual: la derecha.

La izquierda y la derecha en constante contienda pareciera buscan más que el bien común, el apoyo de los fieles y el bien común de su comunidad feligresa.

Hitler invadió y ocupó gran parte de Europa, usando la violencia. Su fin; otorgarle al estado el poder total, erigido por un líder que prometía prosperidad económica felicidad social y la dignidad de un pueblo humillado y fragmentado. Las formas no importaron.

El fascismo, movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista (definición genérica de la RAE y que abarca otras aristas). “El pacifismo es traficar con el enemigo porque la vida es una guerra permanente”, es tal solo un ejemplo, según Umberto Eco, de lo que significa ser un fascista. Todo esto en pro del bienestar y el orden social, cuasi mandato divino inquebrantable e incuestionable.

El socialismo buscaba -o busca- la igualdad, una justicia social y un gobierno del pueblo, contra el individualismo, la competencia y el afán de lucro nacidos de la propiedad privada capitalista (mucha de ella conseguida bajo el despojo) y contra los regímenes políticos, en favor de un predominio de los productores libres. En su definición más primigenia.

Y así nos podemos seguir: el capitalismo -cuya tesis propone que el dinero marque la medida del intercambio de bienes y servicios-, el liberalismo neoliberalismo o el anarco capitalismo.

La idea de marcar estas directrices dicotómicas bien agarradas de los testículos u ovarios proviene, quizás tal vez pienso yo, de uno de los libros más sagrados de la humanidad; la biblia.

Este texto, de los más antiguos del mundo, señala -según lo interpreto- que en el mundo no existe o no deberían de existir los tibios. O se es con Dios o se es con el diablo, nadie puede adorar o servir a dos dioses (o a ninguno) y el peor de los casos ser imparcial pues ello supone un error, carencia de voluntad de espíritu o mediocridad. Persona de poco valor. La trascendencia e impacto de este libro es inimaginable e innegable.

¿Por qué?

Porque esta necesidad del ser por decantarse necesariamente por un bando u otro, situación que normalmente provoca nula o poca tolerancia a otro tipo de pensamiento o conocimiento, misma que nos llevará, o nos está llevando, a topar con pared una y otra vez.

De eso nos habla Daniel Innerarity, catedrático e investigador de la Universidad del País Vasco, en un artículo publicado en el diario El país. Ahonda en este tema de la superioridad moral o intelectual de personajes que constantemente exaltan tales virtudes en su persona de manera sistemática: la autenticidad de sus acciones e ideas, su probidad o su capacidad intelectual; moral, ética y profesional.

Habla sobre este tipo de personajes, o ideologías, que siempre se consideran superiores a los demás y ello justifica, o justificara, sus acciones dado su estatus providencial.

Todo esto supone una problemática para el desarrollo de un país en el que los protagonistas y antagonistas, y sus seguidores, se enfrascan en una lucha sistemática anulando automáticamente toda posición contraria a la “mía” a pesar de que ambas posiciones ideológicas (izquierda y derecha) reclaman muchas veces los mismas causas por ejemplo el valor de la justicia. Pero los 'comos' resultan incompatibles.

Y eso es precisamente el meollo del asunto respecto a esta discusión según Innerarity. A pesar de buscar un fin en común ambas posturas se desactivan enfrascándose en luchas de descalificación, tachando a quienes defienden su postura de traidores, antipatriotas o retrógradas. Situación en la que, como señala Innerarity, el descalificador se instala en una superioridad moral que impide la discusión democrática.

Y cierro con una cita textual del propio autor que resulta además de una verdad de una lógica elemental: “Hay más inteligencia en la escucha respetuosa de las opiniones más peregrinas que en las líneas rojas y los cordones sanitarios. Muchas veces las mejores ideas son las que están equilibradas o fecundadas por sus ideas contrarias…”

 

Artículo citado: https://elpais.com/opinion/2021-03-14/contra-la-superioridad-moral.htm

one.jpg
trees.jpg
two.jpg

5511537691

Suscribirse

©2019 by Cimarrón 000.

bottom of page