'Es estudiante de Comunicación y Periodismo en la UNAM.
Cuenta con facilidad para la locución, maneja una buena ortografía, es hábil con las redes sociales (especialmente Instagram y Tiktok) y tiene gusto por la fotografía artística y documental.
Guionista, productora,
voz administradora web de Radiograma.
.
CIMARRÓN 000
Silvestre como siempre


El sentimiento de ser mexicano no tiene fecha

POR: CARLOS RAÚL MARTÍNEZ
COLUMNA RECUERDOS VA, RECUERDOS VIENEN
10/09/2020
Bien dicen que el verdadero sentimiento de ser mexicano sale a flote cuando uno se encuentra fuera de la líneas fronterizas, o sea, en el extranjero.
En el año 2000 me tocó viajar a Estados Unidos para realizar la cobertura por Elsitio.com, uno de los primeros portales de internet en México, de la Copa Oro, con sede en Los Ángeles y San Diego, en California.
Como ocurre casi siempre, el primer obstáculo que me encontré fue el idioma. Pese a que en el aeropuerto angelino labora mucha gente latina, no falta quien te ponga algunas trabas. Pese a esto, llegamos como pudimos a la agencia de renta de autos y alquilamos uno para trasladarnos con “comodidad” por tierras californianas.
Si cuando uno maneja un automóvil en la Ciudad de México se llega a perder, imagínense lo que me pasó en Los Ángeles, sin el idioma al cien por ciento y desconocer las calles, avenidas y autopistas estadounidenses. Por lo mismo, llegué en tres ocasiones al estadio Memorial, porque nada más daba vueltas, pues nadie sabía cómo podía llegar a la Ciudad de Industry, donde estaba hospedada la Selección Mexicana de Futbol y donde Elsitio.com me había hecho una reservación.
Después de varias horas perdido, Dios quiso que me encontrara a un paisano de Guadalajara, quien arreglaba su carro en la calle y lo primero que hizo, al verme sudando y con el rostro desencajado, fue pedirme que me tranquilizara, para después indicarme con lujo de detalle, qué avenida tomar y que después encontraría el Freeway 5 (Paraestatal), luego el 10, tomar una salida a unos kilómetros y así llegaría a la Ciudad de Industry.
Como por obra de magia, por fin, después de unas seis horas, di con el Hotel en cuestión y casi lloro en el estacionamiento, por el gusto de haber llegado a mi destino.
Un colombiano me atendió amablemente en la recepción y me hospedé. Lo primero que hice fue llamar a mi esposa para avisarle que ya había llegado al hotel. No saben cómo la extrañé en ese momento, porque estar lejos de los tuyos sale a flote de inmediato en tu primera salida del país.
El tío de mi esposa, Pancho, vive en Los Ángeles, y como al día siguiente asistiría a San Diego al juego de México vs. Trinidad y Tobago, en el Qualcomm Stadium, le pedí que me acompañara para que condujera el auto. Sin embargo, tenía que trabajar ese domingo y no podía ir conmigo, por lo que decidí que mejor viajaría por avión a San Diego, ya que si de una ciudad a otra me había perdido, una distancia más larga sería fatal, me dije en ese momento.
Y fue precisamente en el estadio Qualcomm donde afloró al cien por ciento, por primera vez, el sentimiento de ser mexicano en tierra ajena, ya que previo al juego en cuestión, en la ceremonia protocolaria se entonan los himnos de las selecciones, y al escuchar las primera notas del nuestro, en verdad, algo vibró dentro de mi y me hizo erguirme de orgullo, pues saber que en ese momento no sólo el equipo Tricolor representaba a todo el país, sino uno, con su trabajo y la cobertura, también lo hacía, me provocó casi llegar a las lágrimas en esos minutos, por el orgullo de ser mexicano.
Después del juego, el cual ganó el equipo dirigido por Manuel Lapuente, volví a Los Ángeles. Al día siguiente, después de cubrir el entrenamiento de la Selección, me dispuse a ir a comer algo fuera del hotel. Fue así que le pregunté al colombiano de la recepción si sabía de algún lugar donde vendieran comida mexicana y me indicó que dos avenidas abajo, porque el hotel estaba ubicado en una hermosa colina, había un restaurante de ese tipo. Me dirigí hacia el mismo y vaya sorpresa que me llevé.
Al estacionarme frente al local y ver a través de las ventanas, noté que no había comensales en el mismo. Al entrar, me encontré con una señora de unos 45 años de edad, con su babero a cuadros verdes y blancos, quien nos recibió con una enorme sonrisa, y más cuando supo que venía de la capital del país, pues uno de sus parientes vivía en la CDMX.
Lo que me encantó del lugar fue que su negocio estaba impecablemente limpio y decorado con una enorme bandera mexicana en la parte de arriba, de enfrente, y a la derecha había un pedestal con la Virgen de Guadalupe, con flores y una veladora blanca.
Fue una hora la que permanecí en el lugar y degusté una sopa aguada de codito y un entomatado de pollo delicioso, picoso, pero riquísimo, acompañado todo con frijolitos refritos y tortillas hechas a mano. La charla con la señora fue cortada porque otros clientes empezaron a llegar y ocupar los lugares y su atención, ya que ya era la hora de la comida en varios negocios y empresas cercanas, pero me quedó claro el amor que le tenía a nuestro país. Ella era de Michoacán, pero había estado en la Ciudad de México unos 15 años, para luego irse a los Estados Unidos con quien fuera su novio y más adelante su esposo, ya que éste tenía familiares en la localidad.
Después de trabajar en una casa por varios años, tuvieron la fortuna de reunir dinero y poner su negocio de comida mexicana, el cual, cuando salí, estaba atiborrado de clientes, lo cual le agradecí a Dios, por lo amable de la dueña, quien cada vez que contaba un logro de su familia, volteaba a ver a la Virgen y se persignaba, lo cual era claro indicio de las raíces mexicanas que nos acompañan, de una u otra forma, a todas partes.
La aventura en tierras estadounidenses se vio cortada por un gol en tiempo de compensación en semifinales por parte del canadiense Hasting al Conejo Pérez, en un tiro de larga distancia, y el sentimiento de ser mexicano afloró de nuevo cuando volví a casa, pues uno nunca sabe cuánto extraña lo suyo, hasta que está lejos de ellos, fuera de las fronteras.
Por cierto, el certamen se jugó en febrero y no en septiembre, pero el sentimiento de ser mexicano no conoce fechas cuando se está fuera del país.



Luis el "Matador" Hernández.

Claudio el "Emperador" Suárez.
La Selección Mexicana, en la Copa Oro 2000, en Los Ángeles