EDITORIAL

02/11/2020

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Muerte, muerte, muerte, muerte, la mort en francés, morte en italiano, tod en alemán, miquiztli en náhuatl; los argonautas que respiramos en el mar de la inmortalidad, es decir los mortales, nos empapamos de cotidianidad, esa que nos hace ser, pensar y actuar de manera que encontramos la costa, una costa llamada carne y sangre, espíritu y ser, razón y locura, esa misma que nos va guiando en el timón de aciertos y desaciertos. Un solo respiro que nos puede hacer vivir o morir. En esa línea del horizonte se refleja la eternidad y lo que algunos llaman transitorio.

 El 1 y 2 de noviembre esperamos la llegada de nuestros seres queridos del más allá, esos mismos que nos aguardan un espacio en lo infinito, son por ellos por quienes prendemos una vela para iluminar su camino; un mole, fruta, tequila, cerveza, arroz, pulque o la flor de veinte pétalos, cempasúchil, aquellas que nos aguardan cuando las campanas toquen por nosotros.

 Es así que el ritual se vuelve tradición, la tradición en hábitos, los hábitos en imágenes, las imágenes en ideas, esas ideas que se arraigan en nosotros para transformarnos de semilla en árbol, esa misma que florece en la sonrisa del amanecer y la caricia de atardecer.

Para nosotros, Cimarrón 000, es importante recordar y vivir estos días con nuestras familias, pues son ellas las que nos aguardan en la felicidad o en la tristeza, son ellos y ellas quienes nos recordarán al final. En la curva y línea claroscura.

 El día de muertos es una costumbre prehispánica transformada y adaptada a cada tiempo-espacio, por esa misma tradición nos es importante exponer distintos puntos sobre su concepción para entenderla de mejor manera.

 Es así que en esta edición, traeremos escritos  referentes a la muerte, como la afrontamos, entendemos y sufrimos, pero al final la adaptamos, porque si algo es claro, es que la vida es muerte y la muerte vida. Dime como vives y te diré cómo mueres. Esperamos sea de su agrado y mandamos miles de abrazos. Felices fiestas enclaustrados.