Por El Huidos Nel

26/062020

Crónica

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Escupo hacia el cielo y cae de regreso. Doy un sorbo a mi vodka y el olor es incierto.

 Las calles tienen una peculiaridad, todos los días parecen domingo. El espacio público tiene una afluencia menor que de costumbre. Los transeúntes son menos. Los coches no se escuchan en la calle como usualmente. Los tapabocas son el accesorio del momento. Las muertes vienen en palabras susurrantes diciendo: cuídate, el virus puede ser mortal. Las noticias avasallan sin piedad engendrando una especie de paranoia.

 El miedo y la incertidumbre nos hacen presa de sus fauces. ¿A qué tememos? A morir. Una vez escuché que el miedo es un estado, la cobardía una opción. Pero también leí que tener el coronavirus es poseer un arma cargada, que quizá no se dispare a nosotros, pero podríamos disparar a los seres queridos.

 Valentía y cobardía. No son opción. Los mitos no caben en estos momentos. Sin embargo, es complicado ver a uno de los tuyos caer. Es cuándo miras a tus costumbres derrumbarse ante ti. Podría morir alguien en circunstancias normales e ir a enterrar a ese ser querido. Ahora no sé. El caso actual es anormal.

 Miro mis paredes alrededor y miro los detalles con otros ojos. El arte salva.

 Cada cual observará su entorno y tomará sus decisiones. En el caso particular no he estado tan encerrado. La posibilidad de crear se hace presente mediante la fotografía. Ello me da la opción de mirar con ojos nuevos. Derrumbar paradigmas. Me da la posibilidad de ser-crear. Una vez dijo el filósofo Sartre que no somos realidad, sino posibilidad.

 Observo mi hogar y veo cosas que nunca había visto. Veo los detalles. La belleza está en ellos.

 Miro el atardecer y sé que no tengo que viajar miles de kilómetros ni gastar miles de pesos para ver esa belleza que se postra en un horizonte, desde mi ventana. O, por ejemplo, ver los colores del gallo. Él es la simplificación que la naturaleza es arte.

 Subo a mi cuarto y reflexiono con un trago en la mano.

 Recuerdo el libro de Montesquieu titulado Ensayo sobre gusto. En él escribió sobre la sorpresa y el detalle. No sé si ver estos tonos rojos, con estos iris, fue la diferencia. Sin Embargo, la belleza está en el detalle. Lo sostengo.

 Tomo mi realidad entre las manos y le digo a la cara: ¡Hey! No existes, yo te construyo.

 Los ojos de viento los traigo puestos. El arte está en todos lados. Nos ruge.

 Apago mi cámara, le doy un sorbo a mi Caguamita Carta Blanca y soy feliz.